La empresa Briket, una de las más competitivas del país, en un año registró una caída del 30 por ciento del mercado
A comienzos de 2011, un grupo de empresarios del cordón industrial del sudoeste de Rosario formó la Asociación Vecinos Industriales de Ovidio Lagos (Aviol).
Las de línea blanca, exportaban a países limítrofes y diversificaban la cadena hasta hacer productos que nunca antes se habían fabricado en Argentina. Detrás de la bonanza había más de 4 mil trabajadores. Seis años después, se suma la crisis de los que la fabrican .
La empresa Briket, una de las más competitivas del país, en un año registró una caída del 30 por ciento del mercado, con un 16 por ciento menos de ingreso, lo que llevó a reducir las horas extras. De fondo, están la caída del consumo y la apertura de importaciones. "Por cada heladera que entra al país, se pierden dos horas de mano de obra argentina", ilustró Roberto Lenzi, presidente de la firma. Y según el Observatorio de Importaciones provincial, en los primeros cuatro meses de 2017 ingresaron 25 mil heladeras, un 175 por ciento más que hace dos años.
La fábrica de línea blanca Briket tiene 68 años y hace 20 se estableció en un predio en la avenida Ovidio Lagos al 7200, convirtiéndse en una de las más competitivas del país. En 10 mil metros cubiertos, se empezaron a hacer varios modelos de heladeras, frizers y exhibidoras, tanto de su marca como de las grandes cadenas de venta de electrodomésticos. En pocos años y con un dólar a precio favorable, Briket logró exportar a todos los países limítrofes.
Pero con la devaluación de diciembre de 2015, el crecimiento terminó. "Los costos internos argentinos como la energía, la mano de obra, los valores fiscales y los fletes, hicieron que dejemos de exportar. Hoy nuestro mercado es solamente interno", explicó Lenzi a El Ciudadano y agregó que, si bien la capacidad de producción de la planta es de 1.500 unidades por mes, hoy sólo se hacen 900: "La fábrica empezó a tambalear con la devaluación, que vino con la apertura de importaciones y el aumento de los costos de producción".
Ante el nuevo panorama, en este último año la fábrica registró una caída del 30 por ciento en los niveles de consumo, con un 16 por ciento menos de ingreso. "Nos preocupa la caída del poder adquisitivo y que no haya planes de cuotas sin interés, porque los productos que hacemos son los que la gente compra financiados", explicó Lenzi
HORAS DE TRABAJO
Para hacer una heladera en Briket se necesitan entre tres y cuatro horas de trabajo de un obrero. Por eso, para los dueños de la planta, la entrada de importaciones repercute directamente en los puestos de trabajo: "Por cada heladera que entra al país, se pierden dos horas de mano de obra argentina. En nuestra planta, eso implicó reducir las horas extras", dijo Lenzi y explicó que hace un mes decidieron achicar los dos turnos de once a nueve horas. "No hubo reducción de personal y si bien este año vemos cierta estabilidad, no sabemos cuánto se puede resistir", agregó.
IMPORTACIONES
Según el Observatorio de Importaciones y la Federación Industrial Santa Fe (Fisfe), el rubro de los productos de línea blanca fue uno de los más golpeados.
Si en el primer cuatrimestre de 2015 entraron 9.054 heladeras al país, en el mismo período de 2017 llegaron 24.872, lo que implica una suba del 175 por ciento en dos años. Los números son más alarmantes en el caso de las licuadoras: el incremento fue del 627 por ciento, pasando de 39.872 a 289.67 unidades. Y, comparando los mismos períodos, la importación de planchas subió de 23.737 a 41.453, es decir, un 75 por ciento.
Para Briket el ingreso de productos de línea blanca implicó no sólo reducir horas de trabajo diarios, sino revisar la cadena de producción, dejar de fabricar determinados modelos y explotar otros. Es que las heladeras que llegan de China valen un 40 por ciento menos que las fabricadas en Argentina, mientras que las que ingresan desde Brasil, Chile y Turquía son entre un 20 a 30 por ciento más baratas que las nacionales.
Con los frizers la situación fue peor. "Antes de la devaluación no se importaban, eran todos nacionales. En un año, pasamos de hacer 4 mil a 3 mil por mes", explicó Lenzi y aclaró: "Los importados no son productos de la misma calidad. No resisten climas tropicales como los del norte del país ni tienen eficiencia energética. Pero son más baratas y, con la caída del ingreso, a la gente le convienen".
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