15/12/13

Cambiar el nombre de calle Rivadavia por el de Dorrego

 

Propuesta y fundamentos para designar a la calle Bernardino Rivadavia con el nombre de Cnel. Manuel Dorrego

 

 

A los Señores Concejales:

Daniel R. Tonelli; Gabriel E. Olivé; Carlos F. Sánchez; Miguel Ángel Coradini; Celina Martini y Nizar Ésper. 

Concejo Municipal de Arroyo Seco

Este 13 de diciembre se cumple un nuevo aniversario del trágico asesinato del Sr. Coronel Don Manuel Dorrego. Ello es propicio para reflexionar sobre la propuesta de Sres. Concejales para cambiarle el nombre de la calle Bernardino Rivadavia por la de Juan Domingo Perón que, no escapa al conocimiento de ustedes, registra en nuestro país innumerables calles, avenidas, hospitales, teatros, bibliotecas, etcétera con su nombre, lo cual sería una redundancia innecesaria.

Más allá de las motivaciones que guían a los señores concejales, sería necesario y conveniente que este cambio de nombre constituya un homenaje al primer jefe popular urbano de la historia argentina. El que puso en riesgo cierto el poder de la oligarquía librecambista porteña, cuyo líder era Bernardino Rivadavia. 

Es tan así el reconocimiento al Sr. Coronel Don Manuel Dorrego que la Sra. Presidente de la República, Dra. Cristina Fernández de Kirchner, dispuso mediante Decreto 1880/2011 crear el Instituto Nacional de Revisionismo Histórico Argentino e Iberoamericano Manuel Dorrego, presidiéndolo el Dr. Mario Ernesto "Pacho" ODONNELL.

Sería conveniente que examinen el precitado decreto y actúen en consecuencia, designando con el nombre de CORONEL MANUEL DORREGO a la actual calle BERNARDINO RIVADAVIA.

Promoviendo este cambio, debería comunicarse al Instituto Nacional de Revisionismo Histórico Argentino e Iberoamericano Manuel Dorrego para que participen activamente es este acto de reparación histórica y patriótica.

Los saluda con atenta consideración,


Héctor Hernán Guardia
Alvarado 188 - Arroyo Seco


CONSIDERANDOS

SR. CORONEL DON MANUEL DORREGO


El 13 de diciembre de 1828, por orden de Juan Lavalle, es fusilado en Navarro (provincia de Buenos Aires) el gobernador de la provincia de Buenos Aires el Señor Coronel Don Manuel Dorrego. Había nacido en Buenos Aires el 11 de junio de 1787.

El valiente general unitario Gregorio Aráoz de Lamadrid, un tucumano que peleó la guerra de independencia y en las luchas que siguieron en Vilcapugio, Ayohuma y Sipe Sipe, permanece junto a su ex camarada Dorrego hasta el abrazo final. A él le entrega cartas para su mujer y las dos hijas. El Coronel Dorrego le escribe a su esposa: "Mi querida Angelita: En este momento me intiman que dentro de una hora debo morir. Ignoro por qué; más la Providencia divina, en la cual confío en este momento crítico, así lo ha querido. Perdono a todos mis enemigos y suplico a mis amigos que no den paso alguno en desagravio de lo recibido por mí. Mi vida: educa a esas amables criaturas. Sé feliz, ya que no lo has podido ser en compañía del desgraciado Manuel Dorrego". 


Tenía 41 años

Aráoz de Lamadrid era un oficial curtido que combatió en Tucumán, Córdoba, San Juan y Mendoza. También conoció el exilio en Bolivia y Chile. Dorrego le pide al compadre su chaqueta para morir y le solicita que le entregue a su esposa Ángela la que él lleva puesta. El duro Aráoz se "quiebra" ante la entereza de su amigo-adversario y llora frente a la tropa como un adolescente.

Ángela Baudrix, la viuda del Señor Coronel Don Manuel Dorrego, queda en la miseria. Sus hijas tienen 6 y 12 años de edad. Tiempo después se ven obligadas a trabajar de costureras en el taller de Simón Pereyra, un proveedor de uniformes para el ejército y especulador en la compra-venta de tierras. (en una de sus extensas propiedades, ubicada en El Palomar, en 1925 se inició la construcción del Colegio Militar de la Nación, del que egresarían varios discípulos de Lavalle. Un general Aramburu, por ejemplo, fusilador del mártir general Valle en 1956).

El profesor, periodista e historiador José Manuel de Estrada (1842-1894), considerado uno de los más lúcidos intelectuales de la segunda mitad del siglo XIX, escribió un homenaje a Manuel Dorrego que puede considerarse un conmovedor epitafio: 

"Fue un apóstol y no de los que se alzan en medio de la prosperidad y de las garantías, sino apóstol de las tremendas crisis. Pisó la verde campiña convertida en cadalso, enseñando a sus conciudadanos la clemencia y la fraternidad, y dejando a sus sacrificadores el perdón, en un día de verano ardiente como su alma, y sobre el cual la noche comenzaba a echar su velo de tinieblas, como iba a arrojar sobre él la muerte su velo de misterio. Se dejó matar con la dulzura de un niño, él que había tenido dentro del pecho todos los volcanes de la pasión. Supo vivir como los héroes y morir como los mártires".

Las consecuencias de este cruel asesinato se expandieron más allá de nuestras fronteras. Así, el Libertador Simón Bolívar, en mayo de 1829, le escribiría al general Pedro Briceño Méndez que "en Buenos Aires se ha visto la atrocidad más digna de unos bandidos. Dorrego era jefe de aquel gobierno constitucional y a pesar de esto el coronel Lavalle se bate contra el presidente, le derrota, le persigue, y al tomarle le hace fusilar sin más proceso ni leyes que su voluntad; y en consecuencia, se apodera del mando y sigue mandando literalmente a lo tártaro".

También el Libertador Don José de San Martín no tuvo dudas de quiénes fueron los instigadores del golpe: "Los autores del movimiento del primero (de diciembre) son Rivadavia y sus satélites, y a usted le consta los inmensos males que estos hombres han hecho, no sólo a este país, sino al resto de la América con su infernal conducta" (carta a OHiggins de abril de 1829).

Es bien sabido que el verdugo ejecutor fue Juan Galo Lavalle, quien cumplió con la orden de la junta secreta con activa participación de Bernardino Rivadavia, a cambio de ocupar la gobernación de la provincia. 

El General José de San Martín expresó su opinión a Iriarte: "Sería yo un loco si me mezclase con esos calaveras: entre ellos hay algunos, y Lavalle es uno de ellos, a quienes no he fusilado de lástima cuando estaban a mis órdenes en Chile y el Perú. Los he conocido de tenientes y subtenientes, son unos muchachos sin juicio, hombres desalmados".


 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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