20/12/14
El "berretín" de las cosas idas... "Buon natale"
Y así arribamos con nuestro "berretín" que hemos venido publicando, a los confines de un nuevo año, con la humilde pero grata sensación de haber podido anidar en el corazón de nuestros lectores. Hemos permanecido fieles a dos frases de otros tantos pensadores que nos identifican: "Somos una parte de todo aquello que hemos encontrado en el camino"; y "El buen recuerdo, es el único paraíso, del cual no podemos ser expulsados". Es por ello, que solo procuramos o intentamos revivir la semilla que ya tenía vida en Ud.; y así encendemos el fuego cuya chispa estaba disponible, aguardando en lo más profundo de su Ser, para iluminar estas postales del pasado.
En esta oportunidad, queremos compartir "BUON NATALE", un emotivo y aún vigente relato de nuestro recordado Pancho Pastinante, contenido en sus invalorables "Pinceladas de Recuerdos", que lo trasladarán a otras épocas, donde tal vez, como lo expresara Pancho, la ética, la moral, y la familia, tenían otro significado, muy distinto a los tiempos mediáticos que hoy nos tocan vivir, aún así, abrigamos la esperanza de que no nos cansemos de caminar juntos, para alcanzar todo aquello que humanamente merecemos.
ES VÍSPERA DE NAVIDAD
Hoy la ciudad, mi ciudad pequeña cuyo origen es Pueblo Aguirre (Estación Arroyo Seco), está copada por la lluvia persistente y fría que resbala por las calles asfaltadas brillando entre los haces de luces de las lámparas de sodio, mientras los fieles con capuchas y paraguas se pierden como sombras en la noche, rumbo a la Misa de Gallo, prestos a asistir a una recordación más del nacimiento de Cristo. El desfile de antiguos fantasmas y cosas pueblan mi cabeza.
Estoy solo en la vastedad de mi hogar, cumpliendo con el rito de vivir y vivir. Nostalgias que se traducen en pensamientos renovados con la visión de otros tiempos; de aquellos años de la mesa larga con la presencia de mi padre ordenando las sillas para que estén todos, sin que falte nadie.
Mi madre activa e incansable cuidando que el "estofado" no se queme. Es que ella sabía hacerlo y en su accionar estaba inserto el cariño y el amor a la vida, a los suyos.
Luego la mesa servida se ocupaba de comensales. Los tíos, los primos, los hijos y los abuelos. Aquel abuelo alto y elegante, con su gran bigote bien cuidado, que le otorgaba un aire patriarcal de "bersaglieri" y aquella abuela del eterno delantal, sumisa, buena y servicial, que hacía unos bollitos de anís y huevo que nunca olvidaré.
La mesa regada con vinos tintos de mucho cuerpo (tipo Barbera), con las fuentes enlozadas y blancas repletas de tallarines caseros con abundante queso parmesano y tuco espeso de primera, preparado y servido hábilmente por mi madre.
Luego las nueces, almendras, avellanas, higos secos de Grecia y las castañas asadas que obligaban a mi abuelo a ponerse de pié para decir en voz alta: "VIVA, VIVA LA CASTAÑA, FROTTO DOLCE E SAPORITO QUE DA TUTTI E RIVERITTO COMO EL RE DE LA MONTAGNA". Era la eterna alegría de todas las navidades.
Mas tarde la sobremesa agradable y alegre en la que se compartía aquél pan dulce, lleno de frutas y nueces que era la obra maestra de la abuela Rosa. La fiesta se extendía hasta la noche muy entrada.
Navidad de mi pueblo que ya no es, aquel del pino enorme adornado con luces de colores de la Plaza 9 de Julio, rodeado por lo niños en rondas interminables.
Navidades pasadas, llenas de recuerdos, villancicos, serenatas y canciones gringas; La Spagnola, Oh Mari, O Sole Mío y otras tantas que aquellos hombres y mujeres cantaban y que hoy nos parecen dulzonas y reminiscentes.
Hoy la realidad es otra, los duros momentos económicos, la intranquilidad, la vejez sin futuro, aquellos grupos familiares que no se repiten, la convivencia más sofisticada, más pueril, hacen que las fiestas navideñas hayan perdido un poco de aquella vieja espiritualidad que tanto unía a los seres, hace que la desesperanza se anide en los hombres, pero es necesario recomponerse y ansiar más que nunca VIVIR, VIVIR en Paz, VIVIR con Fe.
Es 24 de diciembre, horas previas al nacimiento de Jesús; Elvira, mi esposa, va a la misa de Gallo a rezar por todos, por sus hijos, su gente amiga y por los que se han ido.
Apoyado en la pared de mi casa y resguardado de la lluvia, siento el aire fresco acariciar mis sienes, que han acumulado todo mi tiempo.
Una sombra por la vereda mojada se acerca. Quizás también vaya a la Misa de Gallo. Llega y pasa muy cerca de mí, con su sacón largo y su paraguas, con su carga de años, y con voz grave y vieja me saluda: BUON NATALE.
Se pierde en la noche rumbo a su destino, yo me quedo pensando que quizás ese hombre pertenezca al pasado, aunque viva.
No atiné a responder a ese augurio, me pareció desusado en los actuales momentos. Un instante después recapacité y me dí cuenta que la expresión "gringa" del hombre de sacón largo, era la síntesis de la urbanidad, era el cordón umbilical que respondía al pasado. Al pasado del respeto y la familia, de la unidad y la coherencia, era el intento de volver a las fuentes y entonces me invadió una tremenda angustia.
El aire fresco y la lluvia de la noche de la víspera se metió en mis huesos, en mis pulmones, en mi pecho.
Mi mente revolvía todo un enjambre de cosas pasadas, queridas, dolorosas, pero que al fin llenaron toda mi vida.
Impensadamente, liberando presiones íntimas contesté al hombrecito que había desaparecido: "BUON NATALE".
Por último, intentaremos con la sensibilidad abierta, tensa como un arco en espera de la flecha; y apuntando al corazón del compromiso, continuar en cada número de nuestra columna, en una franca búsqueda del óxigeno espiritual, que nos regala este "Aerobismo del Alma", y que Dios mediante, seguiremos practicando en la imaginaria "Pista de la Vida".
Agradecemos a: Rubén Ciarrocchi y Rita Pastinante.
* Este material fue publicado originalmente en TEMAS & NEGOCIOS.