24/10/17
"El berretín de las cosas idas..."
En la década del 90, Daniel Crescente escribía en su columna "De mis recuerdos", una semblanza sobre Don Simplicio Paolino, con ilustraciones de Carlos Stenta
"El berretín de las cosas idas"
"Una forma de dejarnos llevar, hasta donde los sentimientos, nos permitan volver..." por Antonio G. Velluto y Daniel Crescente
Semblanza "De mis Recuerdos", sobre Don Simplicio Paolino, con ilustraciones de Carlos Stenta.
¿Cuál es el lugar más privilegiado en el que un hombre permanece para siempre después de su partida de esta vida ? Sin lugar a dudas, en el corazón y en el recuerdo
Más de una vez me he preguntado por qué escribo. Y siempre hubo una respuesta: para pensar, entender y transmitirlo. Porque a veces no he comprendido cosas elementales de la vida hasta que no las vi escritas en un papel. Parece que esa sería la mejor forma de reflexionar y hacer reflexionar a otros. Por eso, cuando me salgo fuera de punto, trato de sintonizar nuevamente la frecuencia en que la vida es posible vivirla con mayor equilibrio y sabiduría, cosa que para nada es fácil. Entonces suelo remontar vuelo hacia los recuerdos que me dejaron alguna enseñanza. Camino hacia ellos iba un día por calle Juan B. Justo entre Moreno y Belgrano, cuando me detuve en la vereda de los números pares y mi corazón acelerando sus latidos me dio el aviso inequívoco. Porque aunque a veces los hilos de nuestra memoria se enreden y nos jueguen una mala pasada, esta vez pudo más el deseo de conectarme con viejas sensaciones y afectos.
Parado frente a un baldío me había contactado con un hermoso recuerdo de hace 20 años atrás. Por aquella época de la década del 70, solía conversar algunas tardes, con alguien a quien estimaba, Don Simplicio Paolino. Su nombre Simplicio, lo decía todo, era simple y claro, como el agua clara.
Un anónimo sabio metafisico y filósofo urbano de notables reflexiones. Sostenía que el diagnóstico del sufrimiento humano radicaba en que el hombre tenía el concepto, equivocado de que iba a vivir para siempre, mientras que la verdad es que estamos de paso, que cada día es un milagro, y que si nos diéramos cuenta de la impermanencia y de la brevedad de la vida y tomaríamos clara conciencia de ello, la viviríamos más plenamente y sin tantos apegos y cuestionamientos.
Era un sinónimo de la simpleza porque la vivía. Su capital era un pequeño rancho "al final del lote, una mesa, algunas sillas, su cama, cubiertos, un vaso, sus libros y velas para alumbrarse. No necesitaba más. El hombre, me decía, va a lograr vivir con mucho confort, pero para ello pagará un precio muy alto, tan alto que se lo cuestionará y quedará preso de sus ambiciones desmedidas. Cuando logre pensar un poco más con su corazón, y un poco menos con su billetera, este mundo tal vez sea más respirable.
Otra de las cosas que me solía comentar, era lo paradójico de la vida del hombre. Porque el hombre se valora las más de las veces por su parte fisica, es decir por su aspecto exterior; y se olvida de su propia esencia que es espiritual y vive en su interior, y que es la que le permite superar casi todas las barreras físicas. Por eso se escucha a menudo decir: ¡ Qué gran espíritu tiene esa persona ! , es lo que le posibilita seguir adelante con su vida a pesar de los problemas. Y cuando ésta se termina, el cuerpo fisico desaparece, pero su espíritu, su alma o como le quieras llamar se libera, y vuelve a su fuente, es decir a su Creador. Porque aunque la Vida dependa de la razón, tiene en otra parte su manantial y su fuerza, en algo sobrenatural y maravilloso: la Fe.
Era tal la cantidad de libros y revistas que Don Simplicio había leído, que a su manera, parecía ser como una incansable biblioteca ambulante. Por ello muchas veces, libreta en mano, yo anotaba frases que él llamaba de la "Sabiduría Popular" .
Entre ellas: "El miedo es el peor consejero", " Sé bueno a causa de tu bondad y no a causa de tu debilidad" , "Esperar es una forma de vencer", "La soberbia y el odio son dos grandes impostores", "La verdad es hija del tiempo" , " Espera de tus hijos exactamente lo que él ha visto con tus ejemplos", "Errar es humano, pero hay otra cosa mas humana, echarle la culpa a otro humano".
Hay que leer mucho decía, porque el hábito de leer es volver a encontrar la vida en los libros y gracias a ellos comprenderla mejor. Don Paolino era como una síntesis de la sabiduría, porque contemplando la vida a través del prisma de su propia experiencia tenía el don de expresarlo con pocas palabras. Se fue de este mundo a los 96 arios. Seguramente su noble espíritu seguirá contando anécdotas y reflexiones, en otra dimensión y en otro nivel de conciencia más elevado.
Rescatar estos recuerdos del olvido significaron para mí rendir un merecido home-naje a aquel abuelo y sus enseñanzas, porque quién se brinda desinteresadamente, a la larga, cosecha en el corazón de quienes reciben la memoria imborrable de la gratitud, que a través del recuerdo los vuelve inmortales.
Pude decirme entonces mientras llegaba al final de este relato: ¡ Qué hermoso fue viajar de ida y vuelta al pasado en este viaje de papel, y saber tal vez que he estado mas cerca de lo que más lejos estoy!
Daniel Crescente
AGRADECEMOS A: ANTONIA ROSATI DE RENZI; FAMILIA ROSATI; LORENZO MAOLONI.
ILUSTRACIONES EN TINTA Y DIAGRAMACIÓN: CARLOS STENTA