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21/02/18

El berretín de las cosas idas...Arco un ejemplo de fidelidad..

 

Una semblanza que Yanina Guarneri, ha escrito sobre su tío abuelo, Don Julio Pastinante, y su fiel perro Arco, nos ha motivado compartirla en este espacio.

 

 

Desde muy temprana edad, Yanina Guarneri, trae consigo un don muy especial en el arte de escribir. La sensibilidad de sus cálidos relatos y poesías, nos traen el recuerdo de alguien que tuvo mucho que ver en su vida. Es la nieta de Francisco Pastinante, el autor de "Pincelabas de Recuerdos" y de otros trabajos inéditos que gracias a sus familiares, nos ha sido posible publicar durante estos años en nuestra columna.
 


Crecí en una familia llena de historias. Como seguramente ustedes también, tuve la suerte de tener unos abuelos de cuento. Ella, tenía siempre escondido un caramelo o algo dulce para mí; él, tenía miles de historias vividas que me cautivaban, historias reales de un mundo que fue tapando el progreso, cambiando calles, edificios, personas, un mundo real para él que los había vivido pero mágico para mí. Conocí ese mundo a través de su voz, en sus relatos de sobremesa y de sus palabras cuando plasmó sus vivencias en un libro que llenó de pinceladas. A través de él conocí la infancia de sus amigos y de sus hermanos; mis tíos abuelos, me enteré de más de una de sus travesuras, de las penitencias, de momentos que formaron los años de cada uno, y siempre creí lo mismo, esas historias tan sanas y llenas de sentimiento pertenecían a su mundo. Pero hoy tengo que confesarles que estaba equivocada.

Lo conocí cuando ya él era abuelo y yo nieta; mi tío Julio; hermano y compinche de mi abuelo. Lo que recuerdo de él pasa por los últimos años, tengo su imagen yendo a ver con mi abuelo al equipo del PANZA, discutiendo y festejando el fallo de algún árbitro, lo veo en su chata marrón, en su casa del río los domingos, los 3l de diciembre antes de cenar viniendo a saludar, visitando a mi abuelo, sentado junto a su cama con sus años y su bastón, en la puerta de su casa tomando un poco de sol, caminando por la plaza 9 de Julio, acariciando a Arco, su amigo, su fiel compañero, su perro.

    Julio Pastinante junto a Arco de pequeño



Nadie se sorprendió jamás de que Arco fuera tan fiel a mi tío. Nadie contó jamás las horas que ellos estaban juntos, ni se supuso el número de charlas en silencio que tuvieron. Es un mundo muy real el de hoy, muy abstracto, como para ver más allá de nuestros ojos. Nadie pudo pensar en el perro cuando mi tío enfermó, y Arco no pudo decir que sentía tanto dolor como su esposa, sus hijas y nietos. Para él fue inexplicable que no lo dejaran subir esas escaleras blancas del sanatorio para poder recostarse debajo de la cama de su amo como lo hacía en su casa, ¿ que había cambiado ?, ¿ acaso Julio no lo había llamado?; pero como su fidelidad iba más allá de una orden decidió esperarlo en el sitio donde él sabía que Julio iba a volver.

Esperó en el umbral de la calle Mitre, y luego con las horas lo esperó cerca del sillón, y como no cambiaban esa orden dada, decidió protestar con una huelga de hambre. Nadie tuvo tiempo de interpretar sus acciones, creyeron que el remedio era el veterinario, y su debilidad podía tener el nombre de una enfermedad canina. En un mundo muy real, demasiado formal, nadie se detuvo a mirar sus ojos, ellos buscaban en cada rincón a su amigo de paseos y descansos, y trató de explicar a su manera que no quería inyecciones ni vitaminas, que él había comprendido que su amo no iba a volver, pero ya había encontrado la manera de encontrarlo, y no habría orden posible para evitarlo.

Los días fueron apilándose, y mientras mi tío seguía en esa habitación prohibida para Arco, él había tomado un camino más largo, pero que seguramente lo llevaría a destino.

Y así fue; una tarde todos llegaron a la casa con ojos llenos de lágrimas, increíblemente silenciosos y tristes, y la puerta se cerró detrás del último, y Arco, supo que había llegado el momento, su amigo había elegido otro lugar para los paseos, había llevado su bastón, y lo estaba esperando . . . 

Arco, murió el día después que falleció mi tío Julio. Lo acompañó de lejos en los últimos días. Dejó de comer, de tomar agua, sabía que el camino era largo pero no le iban a faltar fuerzas. Aunque todos al final entendieron al buen Arco, nadie pudo hacer nada, su decisión estaba más allá, él le pertenecía a mi tío Julio y desde algún hermoso lugar le estaba silbando, era hora del paseo ...y después se sentarían en algún banco a tomar un poco de sol.

Un mundo demasiado real para la magia de un sentimiento tan puro, un mundo demasiado vertiginoso para tan gran de fidelidad. Pero esto sucedió muy cerquita de todos. Una historia real, digna de una pincelada que espero haber plasmado con el más respetuoso de los sentimientos en el corazón de ustedes . .. Como les dije antes, crecí en una familia llenas de historias, y gracias a Dios aún sigo viviendo en ella... 

Yanina Guarneri

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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