Riberas del Paraná se consagró campeón en el torneo clausura "Juan Manuel Papaleo" tras vencer en el global por 3 a 2 a Unión de Arroyo Seco. En los noventa finales empataron en uno con goles de Darwin Barreto para la visita y Mateo Roberto para el Panza.
La tarde del sábado se fue acoplando a los papelitos, cánticos, humos y todo el folclore que demandó esta final. En el Antonio Di Giacomo se vivió una verdadera fiesta con la capacidad completa de ambas hinchadas.
No fue un partido más, Unión y Riberas disputaron más que eso, pero siempre con lealtad. Los dirigidos por Scheggia jugaron un torneo que emocionalmente fueron golpeados con lo más duro, la pérdida de Juan Manuel Papaleo que removió a todos, pero ante las adversidades supo levantarse, supo unirse y paso a paso ir avanzando y siempre contando con una "ayuda no terrenal", así lo definió su entrenador, que era el "Colo" desde arriba.
Por el lado del Panza, se empezaron a ver los frutos de un proyecto institucional. Con la cantera, con gente de la institución, lograron llegar hasta la final del torneo clausura, pero teniendo pruebas de fuego a lo largo del campeonato y siempre avanzando. Los cimientos son firmes y el trabajo es continuo.
En esta final coincidieron equipos con jugadores jóvenes, algunos experimentados y otros que sacan diferencia en el mano a mano. Algunos detalles que se fueron perdieron en los 180 minutos fueron los que determinaron que uno sea el campeón y el otro no. La remontada de Riberas como local, la pegada de Agustín Lara cuando el partido se consumía, las atajadas de Castillo en la vuelta, fueron trazando el camino hacia la gloria. En los noventa finales, el conjunto Panza contó con tres situaciones claras de gol, pero las manos de Castillo y el travesaño ahogaron el grito. Una desatención en el fondo de Unión y Barreto fue más pícaro que todos, anticipó de cabeza al arquero Ragone y lentamente la pelota fue hacia la red desatando la euforia de la visita. Golpeado pero buscando, en el final Mateo Roberto encontró el empate cuando estaba posicionado como delantero. Sólo quedaba tiempo para una más, la última agonía, pero nuevamente Castillo se lució como en toda la tarde y negó cualquier posibilidad de ventaja de Unión.
Con la mirada en el cielo y las lágrimas en los ojos todo Riberas del Paraná le dedicó este trofeo a Juan Manuel Papaleo. Un equipo que sufrió desde lo emocional hasta en el deportivo, pasando por equipos duros en el octogonal final como lo fueron Athletic, Porvenir Talleres y Unión, se convirtió en un justo campeón.