El 2-0 tras el penal a Di María (intratable por izquierda) anotado por Messi y la contra soñada que terminó con Fideo tocando la pelota por encima de Lloris amagó con una paliza. Francia era un equipo perdido, desbordado, desconcertado. Mbappé estaba anulado por Molina, Cuti Romero y el despliegue impactante de De Paul y el tercer festejo albiceleste podía caer en cualquier minuto. Incluso Deschamps cambió a sus dos delanteros antes del final del primer tiempo, un manotazo de ahogado que al final le dio rédito.
Todo era fiesta en las tribunas del estadio Lusail y en cada rincón del país, pero una vez más el fútbol demostró que nada está definido hasta que el árbitro pite el final. Mucho más cuando enfrente está Mbappé. Sufrir parece ser una marca registrada de la selección argentina, en realidad del pueblo argentino. Y sin esa dosis de padecimiento parecería que nada tiene valor.
Exceso de confianza, falla en el retroceso, un par de pelotas perdidas y de pronto el partido estaba 2-2. Un penal de Otamendi anotado por Mbappé puso a Francia en cercanía impensada. Y una perdida en mitad de cancha de Messi terminó en el empate, tras perfecto remate del delantero galo del PSG.
La amenaza de una nueva chance esquiva de levantar la Copa del Mundo para Lionel se apoderó de todos. Nadie quería decirlo, todos lo pensaban.
El alargue fue despiadado para la salud. Scaloni renovó energía con los ingresos de Lautaro Martínez y Paredes, Francia metió a los grandotes para pelear el área y empezó a ganar desde lo físico. Lloris tapó alguna pelota y cada arranque de Mbappé obligaba a cerrar los ojos. La táctica quedó de lado, se empezó a jugar con el corazón.
Llegó el tercero, esta vez el VAR vio habilitado a Lautaro y la tapada impresionante de Lloris no pudo impedir la arremetida de Messi para gritar con el alma un 3-2 que parecía definitivo, aunque quedaran 10 minutos más.
El partido se hizo interminable y la sensación de padecimiento se volvió a instalar en el césped del Lusail. Y la premonición se hizo realidad. Mbappé intuyó que un centro podía irse pasado y remató directo al codo de Montiel. Penal y triplete del atacante francés. Otra vez a probar la resistencia cardíaca de los hinchas argentinos.
Al partido le quedó un momento más, y fue una señal que esta vez a Argentina y a Messi se le podía dar. Un pelotazo largo, una pifia de Otamendi y Kolo Muani quedó sólo frente a Dibu. Y el arquero estiró su zurda para impedir lo que hubiera sido el final del cuento de hadas.
Los penales devolvieron la confianza a Argentina. Dibu atajó el segundo y obligó a fallar el tercero. Y Messi, Dybala, Paredes y Montiel no fallaron. Y el fútbol por un momento fue más justo. Porque el mejor jugador del mundo, tal vez el más grande de la historia, no podía retirarse sin levantar el trofeo más preciado, ese al que tuvo que mirar de reojo tantas veces y esta vez fue suyo.(Con información de El Ciudadano)
En nuestra ciudad tras los incidentes registrados en los festejos tras el pase a la final, este domingo hubo un operativo que no permitió el tránsito de vehículos por calle Belgrano desde Libertad hasta 9 de Julio, el epicentro fue nuevamente la esquina de Mitre y Belgrano, dónde hinchas, familias, grupos de amigos se fueron congregando minutos después de la ceremonia de entrega de la Copa a la selección nacional.