06/09/12
Un nene de 13 años le robó $ 76 mil a sus padres para ayudar a un amigo
Dos chicos de 13 años domiciliados en Alvear, a 14 kilómetros de Rosario, se embarcaron en un proyecto que los llevó a quebrantar la ley
Inspirados en uno de los valores más nobles del ser humano —como es ayudar a un amigo— dos chicos de 13 años domiciliados en Alvear, a 14 kilómetros de Rosario, se embarcaron en un proyecto que los llevó a quebrantar la ley. Todo comenzó cuando uno de ellos oyó a sus padres conversando sobre problemas económicos.
Angustiado, el pibe compartió lo que le pasaba con su amigo, compañero de escuela y de juegos diarios. Así ambos elaboraron una fórmula, sencilla en el criterio de dos niños, para superar la dificultad: tomar los ahorros de los padres de uno de ellos para entregárselo a los del otro.
El plan fue ejecutado el martes al mediodía. Los pibes aprovecharon el momento de ausencia de los padres y, tras violentar una puerta, accedieron al lugar donde estaban guardados 76 mil pesos de ahorros familiares.
Escondieron el dinero en un auto abandonado y se fueron al colegio. Todo duró menos de media de hora ,cuando la dueña de la casa donde había ocurrido el robo llegó y se topó con la puerta violentadas a las patadas, la mujer buscó la caja en la que había guardado el dinero y la plata ya no estaba.
La mujer fue hasta la subcomisaría 8ª, la del pueblo, y denunció del robo. En la misma brindó pistas que, 16 horas más tarde, ayudaron a la sorprendente resolución del caso.
Dos amigos. D. y L. tienen 13 años y viven en la zona sudoeste de Alvear, el pueblo de 1.500 vecinos ubicado al sur de Rosario. Son hijos de familias trabajadoras, van a la misma escuela y son amigos entrañables. Viven a siete cuadras uno del otro y comparten buena parte de sus días. D. es hijo de un puestero de mercado y el papá de L. es empleado en una fábrica.
Cuando el martes a las 13 la mamá de D. regresó a su casa, se topó con que una de las puertas de su vivienda había sido abierta a patadas. Las marcas de las zapatilla de al menos dos muchachos habían quedado grabadas sobre la puerta y sobre la tierra mojada por la lluvia. La mujer ingresó y fue directamente a donde tenía los ahorros. Cuando no los encontró, sospechó y se fue para la sub 8ª. En su denuncia dejó plasmadas sus dudas. A partir de ese momento los efectivos de la comisaría del pueblo y los padres de D. se dirigieron hacia la escuela y retiraron al pibe.
El chico lo negó todo. Los vigilantes le tomaron la huella de las zapatillas y la cotejaron con las marcas que había en la puerta. Ciento por ciento de coincidencia en una de las huellas. Pero había otra diferentes. Así las miradas se posaron sobre L., su inseparable amigo.
Los policías se contactaron con los padres del otro chico y fueron por él a la escuela. El pibe también negó todo. Los policías reprodujeron la mecánica y tomaron la medida de sus zapatillas. Al cotejarlas con la marca de la puerta hubo nueva coincidencia. Así se ingresó en un callejón sin salida: los policías y los padres preguntando, los pibes negando todo.
La jueza de Menores Nº 2 indicó que quería ver a los dos pibes, algo que sucederá hoy por la mañana, y ordenó que se fueran a sus domicilios. Entonces comenzó, quizás, el round más duro para ambos muchachitos: fueron a casa con papá y mamá.
A nadie en la sub 8ª le asombró que a la madrugada los padres de D. comunicaran que el robo había sido resuelto. El hijo les contó la angustia de su amigo por la situación económica de su familia. Y la forma que se le ocurrió para paliar el problema. Confesó que el dinero estaba escondido en un auto abandonado y que la idea era entregárselo a los padres de L., para que salieran de su aprieto. Lo que a los ojos de estos pibes era un modo de ayudar, quedó caratulado provisoriamente como robo. El dinero fue recuperado.