14/02/14

Un joven fue asesinado a metros de un búnker de drogas en Rosario

 

Tenía 21 años y estaba arreglando una moto frente a su casa y tuvo una discusión con dos muchachos que salieron de un pasillo vecino. Los vecinos de Campbell al 1100 bis reaccionaron derribando el quiosco

 

 

"Mi nieto estaba arreglando la moto, vinieron éstos y le dieron a sangre fría". La mujer hablaba, señalaba y caminaba con las pulsaciones a mil sobre la tierra de la calle Campbell al 1100 bis, entre Génova y Juan B. Justo. 

En ese lugar, frente a la puerta identificada con el número 1120, Ariel Alejandro Avila, de 21 años, mantuvo el miércoles pasadas las 18 un breve diálogo con dos muchachos que salieron de un pasillo en el que funcionaba una cueva de venta de drogas. Así al menos dijeron varios vecinos. Uno de esos pibes sacó una arma y jaló el gatillo al menos siete veces, si se toma en cuenta sólo la cantidad de impactos que recibió el cuerpo de Avila. 

Pero la gente del lugar asegura que hubo muchos más. Ese acto marcó el inició de pandemónium que terminó con el quiosco de venta de drogas destruido por el vecindario y al menos tres casas destruidas como réplicas de una batalla que se prolongó hasta la mañana de ayer.

Avila fue trasladado por sus familiares al Policlínico Eva Perón de Granadero Baigorria y de ahí fue derivado en estado desesperante al Hospital de Emergencias Clemente Alvarez, donde falleció a la 1.30 de ayer. 

Una hora antes, derivados desde el Policlínico San Martín (ubicado en el oeste de la ciudad), ingresaron al Heca otros dos heridos de bala. Uno de ellos, Nicolás O., de 14 años, tenía un balazo en el pecho y quedó internado en grave estado. Su compañero, Diego Q., de 18, un tiro en una mano. 

Este último relató que fueron heridos cuando les intentaron robar la moto en inmediaciones de Gutemberg y 27 de Febrero aunque con el correr de las horas, y a partir de contradicciones en el relato, los investigadores dudaron de eso. Verificaron que ambos tienen anotaciones policiales y que sus domicilios son cercanos a la escena del crimen, por lo que fueron incorporados al expediente para establecer que rol les cupo en la balacera.

Algo cambió. 

Para los vecinos históricos de Empalme Graneros, calle Campbell estará siempre asociada a aquel zanjón que servía hasta entrada la década del 80 para aliviar las lluvias sobre las tierras inundables que comenzaba más allá de Juan B. Justo y se extendía hasta las entrañas de barrio Ludueña.

Pero el tiempo pasó y las cosas cambiaron en el barrio. Y en los últimos años Campbell al 1100 bis se transformó en un trozo de tierra conflictivo, donde la normalidad y la anormalidad están separadas por una línea difusa y todo lo que allí ocurra tiene más de una lectura. 

Para el ejemplo, de esa cuadra partió "El gordo Ema" (Luis Emanuel Zalazar) la tarde del 16 de abril pasado a bordo de un Chevrolet Astra negro. Una moto enduro lo persiguió y en Sorrento y Provincias Unidas lo acribillaron a balazos. Sus familiares dijeron entonces a este diario que el hombre se dedicaba a vender autos y motos usadas. Contrastando ese relato, algunos vecinos lo señalaron como un vendedor de drogas "que se hacía el pistolero y un par de veces se agarró a los tiros con Elías Bravo", asesinado en octubre de 2011.

Del pasillo. 

Volviendo al presente, Ariel Alejandro Avila vivía en Campbell 1120 bis. Y el quiosco de venta de drogas que denunciaron sus vecinos estaba al final de un pasillo ubicado a unos 30 metros de su casa. 

Toda esa manzana era ayer al mediodía un hervidero de motos y personas que deambulaban en estado de ofuscación. Al ataque a balazos sobre el muchacho le siguieron varias escenas de violencia popular. Mientras la víctima se retorcía sobre la vereda con el cuerpo perforado de tiros, los agresores ingresaron a la casa de una vecina que tenía la puerta abierta y ganaron los fondos para escaparse hacia una de las calles laterales. 

Allegados a Avila los vieron y emprendieron con toda la furia contra la casa de la vecina, que aunque decía a los gritos que no tenía nada que ver, no fue escuchada. Su casa fue parcialmente destruida. El dato de que los agresores eran dos soldaditos de la cueva de venta de drogas, marcó el destino del quiosco que fue reducido a escombros con mazas y otras herramientas caseras. Sólo sobrevivió un pequeño altar a San La Muerte, al que ningún vecino se le atrevió.

"Dos pibes salieron del búnker y le mataron al chico muerto (sic). Mucho más no sé. Y después los familiares anduvieron haciendo desastre", contó escuetamente una vecina con acento del norte del Litoral. 

En ese contexto, de barrio alzado y enardecido, llegaron a la escena del crimen los fiscales de la Unidad de Homicidios con Miguel Moreno a la cabeza. 

Los funcionarios chocaron de lleno con una realidad que antes, con el sistema viejo, era patrimonio de los efectivos policiales. La furia y el reclamo de los vecinos. Preservar la escena del crimen, fue entonces una utopía. Según fuentes consultadas, la Fiscalía estudia varias hipótesis sobre el hecho.

Pero la furia de los allegados a la víctima no terminó allí. "Ayer había logrado apagar un incendio, pero en un descuido se metió un tipo y le prendió fuego a una casa. Lo peligroso acá es que en el fondo hay garrafas de gas y el fuego puede tomar alguna otra casa", explicó un vecino de Barra al 1100 bis, la paralela a Campbell. Entre las dos cuadras se llega al centro de manzana por pasillos laberínticos.

Cuando el cronista empezó a irse del barrio le llegaron tres frases que parecen englobar lo que es Campbell al 1100 bis. "Acá tenés que tener cuidado con lo que decís o con quien te metés, porque tienen fierros (armas) de todos los colores", relató un vecino. "Vivir acá es terrible, se hace insostenible", contó una doña. "Ya no se puede más. Quisiera irme, pero no sé adónde. ¿Quién me va a comprar mi casa acá?", sentenció por último una mujer.

Fuente: La Capital

 

 

 

 

 

 

 

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